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miércoles, enero 06, 2010


Recuerdo que yo contesté el teléfono, era un compañero de mi padre que hablaba con algo de desesperación. “Esta tu papá en casa”, le respondí que todavía no, “dile que soy el Ing. Fulano, que cancelaron mi vuelo por la nieve”, le respondí que le daría el recado. Al llegar mi madre me preguntó si había algún recado, le respondí que solo para mi padre una llamada del Ing. Fulano. Mi madre me miró con preocupación.

El árbol de Navidad estaba junto a un nacimiento entre la sala y el comedor al fondo de la entrada de la casa, ahí buscábamos como acomodar nuestros zapatos. Mi hermana había escrito una carta con muchos colores, mi hermano una carta “a maquina” y yo una tarjeta con plumón, habíamos logrado después de una serie de desacuerdo llegar a la conclusión de que queríamos un videojuego, un “Atari”.

Como siempre cereal con leche y azúcar, esa fue mi cena durante muchos años. Mi madre nos decía: “ya súbanse a acostar, mañana hay escuela”, era un jueves por la noche, el primero del año. Mi hermana ya estaba en su cama de latón con grandes almohadas, mi hermano y yo compartíamos la habitación. Desde mi cama veía en el tirol del techo un sin fin de figuras amorfas a las que trataba de dar nombre, mientras iba comenzando el estado de sueño.

De pronto ya era de mañana, mi hermano estaba profundamente dormido y tuve que aplicar mis técnicas para despertarlo. Alcance a mi hermana cuando comenzó a bajar las escaleras, nos detuvimos al llegar al nacimiento. Como siempre dio una orden: “busca por allá”. Recorrí la sala fijándome detalladamente en todos los espacios, no eran muchos pero repetí la búsqueda más de dos ocasiones; volvió a dar otra orden: “busca en la cocina” y aplique la misma técnica que en la sala pero no tuve éxito. “¿No hay nada?” me preguntó angustiada, mi cabeza le dio la respuesta negativa. Regresamos a la habitación con mi hermano.

“No hay regalos, ya buscamos y nada”, mi hermano apenas se iba levantando mientras se ponía sus anteojos para verme. “Búscate bien” mi cabeza le dio la respuesta positiva. Mi hermana se levantó, fue por su bata de baño y luego a la regadera. Nos quedamos mirando y después de un rato levanto los hombros; continuamos con la rutina de todas las mañana para prepararnos para ir a la escuela. Nadie habló durante el desayuno, ni mi madre.

Ese viernes lo recuerdo con la frase: “¡¿No te trajeron nada?!”, todo el día la escuche en repetidas ocasiones hasta el camino de regreso en el autobús escolar. Ese viernes, los 3 regresamos a casa con poco ánimo, por lo general el inicio del fin de semana era una fecha para celebrar, pero en esta ocasión no era así. Desde mi cama veía en el tirol del techo un sin fin de figuras amorfas a las que trataba de dar nombre, mientras iba comenzando el estado de sueño.

Me levanté temprano, a diferencia de todos los días de clases siempre pude levantarme temprano los sábado y domingo sin necesidad de despertador o “gritos” de mi madre. Bajé las escaleras con destino a la cocina, asalté el refrigerador (costumbre que mantengo hasta la fecha) y regresaba a mi cama con un vaso de leche, cuando volteé hacia el nacimiento y el árbol. Corrí hacia la cama de mi hermano para despertarlo. “Es sábado no molestes” me respondió después de brincarle. Rápidamente le conté mi hallazgo; “¿estas seguro?”, mi cabeza le dio la respuesta positiva. “Ve por Alejandrina”, salí rápidamente hacia su recamara. “Es sábado, ¿Por qué me despiertas?” me respondió después de brincarle. Rápidamente le conté mi hallazgo; “¿estas seguro?”, mi cabeza le dio la respuesta positiva. Nos reunimos en el pequeño hall de la planta alta, los tres bajamos la escalera, uno detrás del otro.

Nos detuvimos al final de la escalera, los tres veíamos detenidamente el conjunto de cajas que se localizaban junto al árbol de Navidad. No avanzábamos solo observábamos los objetos y nos veíamos mutuamente. Alejandrina rompió el silencio con la primera pregunta: “¿Qué es eso?”, “Pues no estoy seguro” respondió Ramiro, comenzamos acercándonos lentamente hasta sentarnos frente a los contenedores. Tomamos todas las cosas y corrimos hacia al cuarto de TV.

Consola, controles, eliminador eléctrico, cable de video, en segundos hicimos un inventario de las cosas. “Lean el manual rápido”, otra orden de Ale, ”Necesitamos un desarmador para conectar esto a la antena de la TV”, salí corriendo a la planta baja en busca de la caja de herramienta, al subir las escaleras comencé a escuchar las indicaciones para conectar el aditamento de la antena, en no más de 2 minutos ya estaba conectado, encendí el televisor, la imagen correspondía a la ausencia de señal. “Pon el enchufe ahí” fue la última orden que dio, entonces nos volvimos a ver las caras los tres. “¿No falta nada?” preguntó Ale a Ramiro, “Pues no, ya hicimos todo lo que dice el instructivo”, le respondió, lentamente fue acercando su dedo índice hacia el botón de encendido. El televisor continuaba con la ausencia de señal hasta el momento en el que escuchamos el click del botón. La imagen pasó a color negro y de súbito apareció el logotipo de Atari Corp., a continuación las imágenes del primer juego de video que tuvimos en casa: Pac-Man. Comenzaron las disputas por ver quien sería el primero en jugar, mis padres aparecieron en el cuarto, nos veía con asombro; comenzó el primer juego y mientras mi madre preguntaba que era eso que estaba enfrente de la TV regado en el piso entre cajas de cartón y pedazos de unicel, mi padre revisaba la conexión con ayuda del instructivo.

El teléfono sonó, nadie hacia caso de él todos veíamos el televisor. Mi padre respondió. “No te preocupes, no podíamos saber lo del vuelo pero todo esta bien. Te agradezco mucho el favor”, así continuo agradeciendo hasta colgar el auricular. “¿Quién era?” preguntó mi madre. “El Ing. Fulano, para ver si todo estaba bien”; dijo mi padre, mi madre le respondió con un aspaviento de sorpresa y enojo, dos expresiones en un solo gesto.

Recuerdo la conversación de Ale con una amiga a través del teléfono, “No me trajeron nada los reyes Magos pero apareció un “Atari” junto al árbol el sábado en la mañana.” Jugamos el mismo juego desde enero hasta finales de abril, nunca nos aburrimos de hacerlo y tuvimos que legislar un reglamento para su uso.

3 comentarios:

Mario "el tenoch" Onofre dijo...

Prof, pss yo tambien empecé un blog y pss espero que luego ponga uno que otro comentario para ver en que puedo mejorar. Saludos prof!

Unknown dijo...

Buena Historia, más aún cuando conoces a los protagonistas y los recuerdas de esa edad.

Saludos,

Carlos Rivas dijo...

Uuuy esa historia se me hace conocida, jejeje... Muy buena Mr. Lemon!